jueves, 12 de junio de 2008

Mi segunda novela (9)

Recuerdo como si fuera hoy el día que, a media mañana, se presentó en casa. Es posible que fuera sábado o festivo porque yo me acababa de levantar al no tener clases. Adriana no gozaba de muy buen aspecto y estaba excesivamente triste y nerviosa y nada más entrar me preguntó si se encontraba en casa mi novio, añadiendo.
-- Lo que quiero contarte, me da algo de vergüenza, sobre todo si estuviera él presente.
Me extrañó ese comentario en ella y la tranquilicé diciéndole que en ese momento estaba yo sola y le pedí, por favor, que se serenase.
-- Cuéntame lo que tengas que contarme. -- Le hice pasar a la cocina, mientras preparaba un café para ambas. Cuando hubo salido el café y lo había puesto en las tacitas, me dijo, solemne.
-- Cris, me tienes que ayudar. Me tienes que dejar cincuenta mil pesetas porque tengo que irme, inmediatamente, a Londres para abortar.
Me sobrecogió la forma tan imperiosa que tuvo al decírmelo y su cara entre nerviosa y triste. Creo que fue la primera vez que tuvo un problema serio en su vida. En ese momento, rompió a llorar desconsoladamente y a decirme que yo tenía razón, cuando le había dicho lo de las precauciones y que ella lo había tomado a chirigota, pero que no deseaba ni el embarazo, ni lo que viniera.
Desde luego que yo no tenía ese dinero pero la apoyé en todo lo que pude, preguntándole si lo sabían sus padres o algún familiar y que pediría el dinero, a donde fuera, para ayudarla. Me dijo que de ninguna manera iba a consentir que yo hiciera eso por un error suyo y estuvo forcejeando conmigo hasta que al final, cuando le dije que yo me iría con ella y que no se preocupara, se vino abajo. Se abrazó a mí y reforzamos nuestra incipiente amistad.
-- ¿Quién es el padre? – Pregunté con descaro.
-- ¡Qué más da! Eso da igual. Lo importante es el hecho. Además podría haber varios candidatos. – Me dijo sonriéndose, siendo la primera vez, en el día, que lo hacía. -- Con el que yo creo que es el interesado ya lo he hablado, siendo él de la misma opinión, no deseándolo tampoco. -- Le dije que la decisión me parecía inteligente, aunque pensé, para mis adentros que quizá yo, más conservadora, no lo hubiese hecho.

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