martes, 10 de junio de 2008

Mi segunda novela (7)

-- Mucho. Más que la literatura, en general, lo que me gusta es leer. Leo todo lo que cae en mis manos, sobre todo novela. Me gustaría tener mucho dinero para tener muchos libros.
-- Si te preguntara yo, ahora, qué libro te gustaría leer, ¿cuál dirías?
-- No sé. Si no lo he leído no puedo saber si me va a gustar.
-- Claro, tienes razón. Ha sido una buena respuesta para una pregunta estúpida. Pero una mujer como tú, que al parecer le gusta leer, siempre tendrá algún libro en la recámara. – Insistí.
-- Bueno, he oído hablar muy bien de la “Montaña mágica” y de “La Regenta”, y otros muchos que ahora no recuerdo.
-- ¿Qué años tienes, Adriana?
-- Quince, casi dieciséis. ¿Y tú?
-- Veintidós, casi veintitrés. Pero no se lo digas a nadie – le dije poniendo cara de sorpresa por la pregunta; y dando la conversación por acabada, añadí. – Bueno ya hablaremos.
Por aquel entonces, Adriana era una adolescente, desinhibida y completamente desarrollada en todos los aspectos, pues incluso salía con un chico, y no es que me enterara porque ella me lo dijera, sino porque un día me la encontré en el cine y al sentarse a mi lado (supongo que sin querer), vi que le acompañaba un muchacho mayor que ella, (diría que bastante mayor) y que debería rondar los dieciocho o veinte años y es sabido que a esas edades tres o cuatro años se notan bastante.
Recuerdo la ilusión que le hizo cuando le regalé el libro de Thomas Mann. Casi estoy por decir que se le saltaban las lágrimas, al dárselo. Pero las reprimió, estoicamente, para no parecer una niña tonta, pienso yo.
A principios del año siguiente, la vi acompañada por el mismo chico en el teatro. En el entreacto, empezamos a charlar y le propuse tomar unos vinos cuando se acabara la representación y así lo hicimos los cuatro. A partir de ese momento fue cuando la conocí, verdaderamente. Yo, por aquel entonces, estaba soltera y el que fuera mi marido, en ese momento, era mi novio.
Entre Adriana y yo había una diferencia de edad de unos cinco o seis años. Sin embargo, ella me aventajaba en algunas cosas como, por ejemplo, en la forma de concebir la vida siendo más liberal que yo, en el sentido de libertad y no en el político.

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