martes, 10 de junio de 2008

Mi segunda novela (6)

Cuando lo comenté en la sala de profesores se extrañaron, porque Adriana no sobresalía, precisamente, por su brillantez en los estudios. Al cabo de un par de meses, me volvió a suceder lo mismo con ella y con el libro propuesto, que creo recordar era “El viejo y el mar”.
Lo que más me sorprendió, fue lo siguiente: solía dividir la clase en grupos de cinco alumnos con el fin de que entre ellos lo discutieran, pero Adriana no se sumó a ningún grupo de lectura aduciendo, en ambos casos, que ella lo había leído con anterioridad.
Después de hecho el examen, Adriana me volvió a sorprender con su ejercicio escrito e incluso llegué a sospechar que lo había copiado, insinuándoselo. Con la insolencia del adolescente, me dijo:
-- Si lo que está pensando es que lo he copiado, ¿de quién podría haber sido? ¿De alguna compañera? ¿O quizá del propio libro?
Me quedé cortadísima y lo único que se me ocurrió fue citarla para después de clase. Una salida tonta por mi parte, pero no se me ocurrió otra.
-- Después de la clase quiero hablar contigo.
Terminada ésta, se dirigió a mí en tono retador y me espetó.
-- ¿Querías verme?
Por aquel entonces, los alumnos ya empezaban a tutear a los profesores, excepto los más educados o timoratos.
-- Después del examen que hiciste hace dos meses, – le dije amablemente – no me cabe duda de que el último que has hecho, pertenece a tu propia cosecha. Dime, ¿te gusta la literatura?

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