lunes, 9 de junio de 2008

Mi segunda novela (3)

Nuestras pesquisas no fueron guiadas por la curiosidad. Nos llevó el corazón que me explotaba cada vez que pensaba en ella sin saber donde podía estar. Al final, cuando la encontramos después de una serie de peripecias y de entrevistas, como ya he dicho, y después de que ella me diera sus razones para desaparecer de la vida de su familia, no fui capaz de juzgarla pero tampoco de defenderla.
Las dos llegamos a ser grandes amigas, a pesar de la diferencia de edad, e incluso nuestros conocidos cambiaban nuestros nombres. A ella podían llamarla Cristina y a mi Adriana, o al revés. Normalmente mi nombre lo apocopaban y me llamaban Cris, excepto mi tío que con su voz de bajo me decía “Pispajo”, al ser la diferencia de nuestras estaturas, entre él y yo, considerable. Era un buen tipo, pero nos dejó hace un par de años. Su perdida la lloré y, todavía hoy, le recuerdo con verdadero cariño.
No quisiera salirme del relato que he comenzado. Lo anterior es agua pasada y no tiene nada que ver con la desaparición de mi amiga Adriana, pero los sentimientos afloran sin tú querer
.

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